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[Déjame ya vivir]

Déjame ya vivir,
déjame
-¡oye!-
estallar núcleo azul sobre el poniente,
ser moneda de nadie en luz y sombra.
Déjame ya olvidar el lábil labio,
tu estructura de almíbar elodada,
tus deltas de esturión.
Nunca has querido.
Nunca has querido darme el aguadulce
o la muerte tal vez.
Nunca has querido.
Vine a beber y vine confiado.
(Yo pretendía tomar la vida en serio).
Pobre Kafka sin voz, padre de alondras,
náufrago en el cianuro recibido.
Vine por ti
¡qué ecos de escritura!,
qué pies de huellas nunca perseguidas!,
qué epílogo de amor!
Vine a tu cuerpo,
a tu taimado corazón de gárgola,
a los huecos que amaba
tal vez
mi carne antigua.
¡Qué negra está la luz!
¡Qué ojos acechan!
Qué sínodo de pájaros en llamas
crepita en la catarsis de los árboles!
Qué diente de animal esta buscando
los pulsos de mi voz!
Ya no es posible.
Ya no serás maravillosa nunca.
Ya no seré feliz.
Ya no deshojes
los pétalos de anís de las magnolias.
Ya no.
De tantas ansias coheredero
no ha de soñar el gesto con tu alquimia
ni con el beso rojo de azafranes.
Me moriré en el mar.
¡No lo sabías!
Juré entregarme ayer
si no me amabas
al agua agraz del dios Mediterráneo.