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Terrible azar

No sé soñar, no sé.
¿Cómo me siento, pequeño y apocado,
sin una luz que atarme a la memoria,
sin unos ojos firmes que desguacen mi llanto?
Lo reconozco, sí, sufro de besos
que nunca han entendido mi tristeza,
que, aleteando pájaros de olvido,
desgarran el enojo de mis mil y una muertes.

No sé vivir, no sé
y las cenizas con vocación de ser a lo infinito,
como dedos de arena me arrebujan.
Gritar grité y en ese ronco aullido
desempolvé un cadáver trasegado en mi pecho.
Pueril manzana rota entre los labios,
extremado coraje saeculorum
tendido siempre al sol desconocido.

No sé, no sé
que visto frente a frente
mi espejo me escupía como una sombra
de verme tan desnudo y no morirme.